El Poeta ante la Cruz recitó sus versos ante la talla del Cristo de la Agonía Redentora.
Artículo realizado por Abraham Coco Barajas en El Adelanto de Salamanca en su edición del 22 de Marzo. ABRAHAM COCO – SALAMANCA
Bajo el redoble de un tambor sordo y el tañer de la campana, el Cristo de la Agonía Redentora recorrió ayer, a hombros de sus cofrades, los metros que separan la capilla de Nuestra Señora de la Verdad y el coro de la Catedral Nueva. Tras él caminaba José Amador Martín Sánchez, el Poeta ante la Cruz número 25, que al término del acto aseguraba sentirse “encogido”, después de haber rezado ante el crucificado gótico con los versos de su poemario En el jardín secreto de mi alma.
El orador comenzó su intervención con la última de las piezas de su texto, en la que se arrodilló ante Cristo “como sueño edificado al borde de la orilla que se perderá azul”. Las voces del coro Francisco Salinas, en el que estuvo presente el convaleciente Victoriano García Pilo, se intercalaron con los poemas de Martín Sánchez, que se preguntó “¿quién ante tu imagen puede soñar sin sueños, / ahora que ya la muerte ausenta la memoria?” y “¿cómo no hubo piedad para Ti, que te entregaste / con cristalino pecho edificado de amor y bien?”.
Las bóvedas catedralicias recogían a media tarde el eco de sus palabras al declamar que “es hermoso traer a la memoria el rostro que tan bien se recuerda / en el que amo, sobre todas las cosas, llameando, tu ser divino / que ha tomado cautivo mi corazón y toda mi ansia, que es eterna”.
“Los crucificados de la humanidad”
El poeta, dedicado de manera profesional a la docencia, realizó una actualización de la cruz pasional en “los crucificados de la humanidad” que sufren “sus relatos de hambre, de guerra, de injusticia”. Así, evocó “los cuerpos mutilados por las bombas, / los pasos de tantos emigrantes que dejan su tierra con dolor, / el eco apagado de los condenador a muerte”.
En su intervención, llamó a “dejar las sombras sumergidas, / rendidas a la alegría en los amplios caminos de esperanza”. En el tramo final de su texto, explicó que “he intentado expresar en mi humilde lenguaje la grandeza de Dios”. Una lengua “aprendida en los brazos de mi madre”. “No es más que un gesto / frente al inmenso y generoso abrazo de la Cruz al entregarse”, concluyó.